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Implicancias Psicológicas, Éticas y Espirituales de las Imágenes Sexuales Explícitas

29 octubre, 2019

POR ALEX WOLF ZABALAGA – ESTUDIANTE DE MEDICINA UFT

Muchas veces se piensa que las adicciones son netamente de sustancias como el alcohol, la cocaína, el cigarro u otros, pero también es posible volverse adicto a cosas menos tangibles como la pornografía, llegando a constituir un verdadero vicio. Actualmente, este problema se ha visto enormemente difundido por la facilidad de acceder a ella por Internet, promovida inicialmente por los medios y la literatura, y hoy en día infectando las redes sociales con videos e imágenes explícitas en grupos de la red social Whatsapp o Facebook. Actualmente, más que nunca, los adolescentes y adultos tienen la posibilidad de compartir imágenes propias a algún conocido o adulto pervertido (conocido como sexting), las que rápidamente pueden ser compartidas, almacenadas y nunca dejar de circular por la web.

Para continuar con la temática, es necesario definir que pornografía es “aquella representación de contenido sexual cuya intención es excitar sexualmente al público” (1). Es llamativo que esta definición y la masificación de ella ha provocado la sexualización de la cultura utilizando la imagen de la mujer como ideal sexual, generando violencia y situaciones denigrantes hacia la mujer, hechos que hoy movimientos feministas buscan denunciar.

En sus inicios, eran más frecuentes los medios físicos como revistas, fotografías y películas con los que se inició la mercantilización moderna del cuerpo femenino, pero en los últimos años el acceso a internet y a artículos de alta tecnología como los celulares hacen posible a cualquier persona acceder a una pornografía fuerte en todo lugar y a cualquier hora del día.

El inicio de masificación de imágenes más duras es a mediados del siglo XX, en donde revistas como Playboy o comerciales de aerolíneas como LYNX y Hooters Air ponen al cuerpo humano (en especial el de la mujer) como un medio para generar placer por medio del estímulo visual, abriendo la puerta a la “adicción sexual [que] es una de las esclavitudes más extendidas de nuestro tiempo” (2). Aun así, cabe destacar que imágenes de este estilo rondan la pintura por siglos, pero la diferencia radica en que en el arte se busca la belleza y la exaltación de esta. En el caso de la pornografía, se utiliza con un fin excitante.

El daño de esto radica en las consecuencias psicológicas en niños, jóvenes y adultos en quienes genera severos problemas interpersonales e intrapersonales. La Real Academia de la Lengua Española señala que el término adicción se refiere a la “dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico” (3), lo que incluye tanto la utilización de las drogas como actos de connotación sexual que se vinculan a la pornografía.

Para ello, es necesario reflexionar sobre el tema abordando su impacto en la psicología personal y en las relaciones con el resto, sus dimensiones espirituales ligado a lo teológico y antropológico, ética y, por cierto, la situación del problema en el Chile actual.

La adicción a la pornografía

Para que se confirme una adicción, la persona debe incluir a lo menos 3 factores bases de una lista, los cuales se discutirán a continuación.

  • En primer lugar debe presentarse la tolerancia, lo que implica que el ciclo de la adicción cada vez que se repite es más fuerte en su contenido para conseguir el mismo efecto, superando la voluntad de la persona.
  • En segundo lugar, puede presentarse síndrome de abstinencia que conlleva un “conjunto de síntomas físicos y psicológicos que se siguen de la supresión de la droga” (2), tal como puede ocurrir con la pornografía al volverse un hábito vicioso.
  • En tercer lugar, la incapacidad de controlar el tiempo de exposición o consumo de grandes cantidades, lo cual se ejemplifica en un artículo español sobre consumo de pornografía por menores donde un “porcentaje mayor de varones lo hicieron alguna vez durante más de 30 minutos” (4).
  • En cuarto lugar, está la lucha por reducir o controlar el abuso de la sustancia, lo cual denota que la adicción genera la inhabilidad de la persona de dejar el hábito aunque él lo quiera, mostrando la necesidad de apoyo profesional.
  • En quinto lugar, está el abandono de actividades, tal como se señala más adelante, es uno de los problemas generados por la pornografía, como el aislamiento social, problemas laborales y depresión.
  • Por último, es recurrente que se presente como factor presente para una adicción el hecho de consumir la sustancia a pesar de poseer problemas físicos o psicológicos, así como discutimos en los siguientes párrafos, el consumo de este material puede ser una mala salida o vía de escape para problemas personales.

Luego de presentar los factores, es necesario notar que la biología está vinculada a procesos, y tal como Miguel Ángel Fuentes en su obra La Trampa Rota señala que existen tres pasos que marcan la formación de la adicción y su posterior mantención en el tiempo:

  1. En primer lugar, está el “aprendizaje” inicialmente se busca conocer e indagar en lo nuevo, lo cual genera una impresión en la persona. En esta etapa se logra “la asociación de una conducta específica con un sentimiento de placer o de alivio del dolor” (2). Tal como ocurre con el alcohol o cualquier tipo de droga, con la experimentación (una o más veces), se produce el vínculo que generará la dependencia, la cual se verá reforzada por la repetición de la experimentación. El problema relacionado con esta etapa, es que el hombre en su afán por conocer cosas nuevas, al entrar en la pornografía, se asocia a un “modo de aprendizaje [que] se denomina condicionamiento, y puede suceder incluso sin que la persona advierta lo que le está ocurriendo” (2), lo cual hace que el sujeto no advierta su gravedad y más difícil a los padres conocer la situación e intervenir.
  2. Luego se desarrolla la etapa de la “formación del hábito”. Esto implica que la persona luego de aprender y experimentar en el tema, logra asociar la sensación con determinadas conductas, por lo que tenderá a repetir esos actos mediante con los que formará un hábito vicioso. Es frecuente que determinadas condiciones como la soledad, la frustración o el aburrimiento despierten en la persona, como vía de escape, la búsqueda de la salida de esa situación en la pornografía. Lamentablemente el recurso buscado para salir de la situación indicada es enteramente contraproducente. Es común que la persona que recurre a la pornografía tenga algunos problemas de insatisfacción en algunos planos, como el social y amoroso, por ejemplo, que lo mueven a buscar esa vía de escape.
  3. Finalmente se establece la “lucha”. En esta etapa la persona ya ha formado el hábito, que engendra en su cuerpo un reflejo difícil de controlar que lo mueve a realizar los actos que satisfacen su adicción. Uno de los problemas de esta etapa está en que se va creando la necesidad de aumentar la dosis de pornografía para generar el mismo efecto que antes. Esto es lo que algunos autores denominan tolerancia, es decir, que la persona requiere mirar pornografía con más frecuencia, a la vez que ésta lo satisface menos (2).

Después de las tres fases indicadas, la adicción a la pornografía ya está arraigada en la persona. En esta situación se genera una “conducta en el que los modos de pensar y sentir de un individuo, o sus relaciones con los demás, manifiestan claramente que la persona ha perdido el control de su comportamiento, a pesar de haber intentado frenarlo con poco, o ningún, resultado positivo” (5). Por ello, los efectos de la compulsión pueden ir más allá del sujeto y extenderse a la familia, trabajo y amigos, puesto que la persona pierde el control de sus acciones y razonamientos aumentando el factor sexual o disminuyendo su sociabilidad.

La oferta de falsa felicidad escondida en la pornografía está altamente relacionada con la adicción que genera. Algunas causas de esto, como hemos dicho, pueden ser los tiempos de ocio mal usados, situaciones que generan estrés, conflictos o problemas existenciales, etc., que mueven a buscar una vía fácil de satisfacción. El conocido psiquiatra Víctor Frankl declara que “el vacío de la voluntad de sentido se rellena con la voluntad de placer. Y eso explica que la frustración existencial suele provocar un desenfreno libidinoso, e incluso que las pulsiones de la libido se mezclen con la agresividad” (6).

Por ello, en el mundo de la pornografía esta se ofrece como una vía del placer y felicidad fácil, pero ocultando a sus víctimas que esa actividad genera adicción y dependencia, y la necesidad de aumentar el nivel de consumo, lo cual acentúa la frustración y la falta de sentido, daña las relaciones interpersonales, crea falsas expectativas respecto de la vida sexual, devalúa el valor de la mujer y de la sexualidad, y la persona se ve sometida a una esclavitud de la que no sabe cómo liberarse. Además, es importante considerar que la industria que produce la pornografía daña también enormemente a las personas que aparecen en videos e imágenes.

Son graves los problemas asociados a ésta conducta adictiva, especialmente en el campo psicológico. Esto es porque genera trauma en la persona y todo el material, por más mínimo que sea, se almacena en la memoria y es capaz de ser evocado sin que la persona lo quiera. En primer lugar puede generar “depresión severa, culpabilidad y aislamiento social” (7), lo cual puede afectar a su vida social y afectiva, como también repercutir en su actividad laboral. Esto es así, pues la adicción hace que la persona se encierre a ver el material y no vea la necesidad de relacionarse con otros para ser feliz, ya que en cierta manera y de forma momentánea la pornografía, aparentemente, lo llena. En cuanto a lo afectivo, se vuelve más complicado el mantenimiento de una relación amorosa o el establecimiento de una nueva relación, porque la pornografía degrada a la mujer, lleva a verla como un objeto que se utiliza para la propia satisfacción, lo cual impide amarla propiamente, quererla a ella, amar su bien, pues la mujer es vista como un objeto o medio para la propia satisfacción. Además, la pornografía crea una falsa imagen de la sexualidad, produce una idealización de lo que es la sexualidad ajena a la realidad, lo que termina produciendo frustración en el sujeto e incluso agresividad, puesto que busca lograr lo mismo que ve en las imágenes. La realidad es distinta de lo que se le había prometido.

Obviamente, como en cualquier otro caso de dependencia, siempre es posible salir de esa situación y acabar con el vicio adquirido. Para ello se requiere una importante fuerza de voluntad y una motivación muy alta. No es el momento de detenernos en este punto.

El cuerpo humano y su valor

La mayoría del mundo, en especial el occidental, se mueve en una economía de mercado, en donde hay demanda se establece una oferta para satisfacerla o se abre la oportunidad de un nuevo negocio. Tal como pasa con el comercio, ocurre con la pornografía, que se convierte en un producto más. Por ello, es necesario entender la implicancia ética en la producción, difusión, almacenamiento y utilización del material, afectando la dignidad intrínseca de la persona, llevando su valor de persona a algo económico y rentable (monetario y satisfacción propia).

Hoy como ayer, hay personas que se rebelan, rechazan y se oponen a los materiales de contenido sexual explícito. Esto es así, porque la pornografía altera la percepción de la mujer en la sociedad, a la que se termina considerando como un objeto sexual y no como un ser humano, que es persona y, por ello, digno de consideración y respeto. Además, muchas veces la producción de este material para su posterior replicación implican situaciones de deshumanizantes, incluso, se dan casos de uso de fuerza o abuso de poder, violando la autonomía de la mujer, a veces, en situaciones de esclavitud sexual.

En este sentido, tal como el filósofo Kant señalara, reconociendo una verdad firmemente asentada en el mundo cristiano occidental, el hombre es un fin en sí mismo, no un medio para usos de otros individuos, lo que lo convertiría en una cosa. Esta degrada a quien la consume, pero también, y más, a quien la produce y a quien se presta para ella.

No obstante, es del observador de la pornografía de quien tratamos especialmente, observando actitudes que se acercan al modelo utilitarista en la utilización de material sexual en la búsqueda de la satisfacción propia; desde el punto de vista del placer, en cierta medida, se vuelve un hedonista que lo justifica todo para alcanzar la satisfacción pretendida, satisfacción o “felicidad” lograda a un alto costo por la dependencia que adquiere y por la degradación de su sexualidad al hacer de ella un medio de satisfacción egoísta, al mismo tiempo que se incapacita para una relación sexual madura capaz de entregarse a otro y de expresar e incrementar por medio de la sexualidad un amor verdadero. Su sexualidad se ha empequeñecido; el precio que ha pagado por una satisfacción momentánea ha sido muy alto: ha degradado su capacidad de amar.

En relación a la sexualidad humana, podemos declarar que se diferencia radicalmente de la sexualidad animal. Esta es el medio de expresión del amor y de donación al otro (buscando el bien en el otro). Quien se envilece por la pornografía y por otros actos relacionados con ella se estropea porque desarrolla una sexualidad egoísta, que solo busca el placer para sí, utilizando al otro como medio, todo lo cual es la antítesis de la entrega y de la donación propia de un amor verdadero. No cabe duda que estamos señalando en este punto la raíz de muchos quiebres matrimoniales.

La persona que es víctima del hábito que estamos comentando, mientras no lo supere, es incapaz de ver en el otro a la persona a quien debe amar, ésta es olvidada en cuanto humana y vista como un objeto de placer. Es evidente que sobre esta base es imposible crear relaciones interpersonales duraderas.

Por otra parte, además de impactar con su conducta a quien dice amar, el observador de pornografía sufre, de ordinario un importante conflicto interior, ya que esta adicción “quiebra la voluntad en dos partes, una que desea la libertad y la otra que sólo desea continuar con la conducta adictiva” (2), deshumanizando la vida de esa persona al inhibir en cierto grado la voluntad propia de la existencia humana y volverse así dependiente de sus impulsos.

Una enfermedad espiritual: de la adicción al material sexual explícito

Como ya hemos dicho, la pornografía degrada a la mujer, menosprecia la dignidad del cuerpo humano, reduciéndolo a un objeto de placer. Es evidente que desde un punto de vista teológico tal tratamiento del cuerpo humano contradice diametralmente el plan divino, lo cual provoca una enfermedad del espíritu. El cuerpo humano es elemento esencial de nuestra naturaleza; los hombres somos seres corpóreos, el cuerpo no es algo que el hombre tiene, sino algo que el hombre es; nuestro cuerpo está destinado a gozar de la gloria del Cielo después de la resurrección; en esta vida goza de la presencia de la del Espíritu Santo, pues por la gracia el cuerpo es templo Suyo; es santificado por la comunión sacramental del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.

Además, el mismo Dios decidió encarnarse, es decir, asumir la naturaleza humana en su integridad, con alma y cuerpo humanos. Podríamos decir, ¡el cuerpo humano es digno de Dios! Por todas estas razones, el cuerpo merece gran respeto, y ofenderlo es ofender a Dios. Miguel Ángel Fuentes, sostiene que la adicción a la pornografía “es un fenómeno que quiebra la imagen espiritual de Dios en el hombre, hundiendo a éste en comportamientos esclavizantes; destruye el “hombre espiritual” que Dios crea, por su gracia, en el corazón, hundiéndolo en el barro del que la gracia de Cristo lo ha sacado” (2).

Así también, dentro de la posibilidad que exista una enfermedad del espíritu, en la cosmovisión cristiana es necesario el respeto a los 10 mandamientos que son reglas básicas para llevar una vida espiritual interior sana y correcta. Tal como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, la pornografía “ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual” (8), lo que sería un acto desordenado llevándolo fuera del orden natural. Además, se distingue que es realmente un problema espiritual, puesto que el hombre “es un ser compuesto de espíritu y cuerpo, existen ciertas tensiones, y se desarrolla una lucha de tendencias entre el espíritu y la carne. Pero, en realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es en consecuencia de él, y, al mismo tiempo, confirma su existencia” (8).

Finalmente, se puede analizar la antropología ya que permite entender lo que es el hombre y, por ende, cómo se compone, cómo se comporta, sus valores, etcétera. Dicho en otras palabras, cómo el propio hombre ve al hombre. En este sentido, el acto sexual humano es corrompido por el consumo de material pornográfico. Esto ocurre por normalizar actos de violencia, sexualidad libre y la adicción generada por el consumo del material. Como se sabe, la naturaleza del hombre le permite gozar de un nivel de vida racional que le permite actuar a voluntad controlando los instintos o fuerzas corpóreas por un fin mayor, a diferencia de un animal normal que busca satisfacer sus instintos sin control alguno. En caso de la sexualidad libre y la difusión de esto por redes sociales, revistas e internet, provoca que la sexualidad humana se desvirtúe por las siguientes razones:

  1. Esta debe ser ordenada, manteniendo su función natural unitiva (de pareja) y procreativa. En la pornografía y el abuso de imágenes por redes sociales hace propaganda de una sexualidad liberal y desmedida. Lo que realmente es ordenado es una sexualidad libre, no liberal, en donde el hombre es capaz de controlar su afectividad para amar y procrear, así que el hombre sea gobernador de sus acciones.
  2. La sexualidad se hace pública, con lo que ocurre al compartir imágenes con la nueva tendencia del sexting, lo que consiste en compartir imágenes íntimas a personas conocidas o no, los cuales después en su gran medida comparten y se propagan rápidamente las imágenes por el resto de las redes sociales. Esto es un gran peligro para la privacidad, siendo completamente análogo a lo que por años ha ocurrido con la pornografía, al compartir las relaciones sexuales.
  3. Se separa lo corpóreo de lo racional, ya que la pornografía es netamente carnal. Para que exista sexualidad humana (más allá de la mera necesidad reproductora, por ejemplo, de un perro) es meritorio que ambos interactúen y sean el uno por el otro (el cuerpo sin alma es solo carne, y el alma sin cuerpo es solo potencia). En segundo lugar, lo humano de la sexualidad propia del hombre viene de lo racional que el alma le entrega al cuerpo, donde hay un intelecto que conoce y sabe, y una voluntad que elige y actúa así de manera libre pero racional, naciendo el amor, el pololeo, la proyección de pareja, la protección y respeto mutuo, entre otros aspectos. Por lo anterior, es necesario destacar lo que menciona Tomás de Aquino sobre Aristóteles, al demostrar que los actos sin uso de razón, los no virtuosos, los apegados al apetito, “no son según la naturaleza humana, que es común a todos: no son según la razón, sino según la corrupción de un apetito deficiente de razón […] Pero, pero a aquellos que aman el bien de la virtud, les resulta deleitable lo que lo es según la naturaleza porque conviene al hombre según la razón, que es la perfección de su naturaleza” (9).
  4. El daño psicológico provocado por la adicción o por haberse expuesto alguna vez a imágenes, implica que en el día a día aparezcan imágenes no deseadas, deseo sexual por cosas mínimas o el interés de volver a consumir por cualquier medio dada la adicción. Esto va más allá de la sexualidad humana, generando gran impacto en la persona.

Conclusiones

  1. Desde un punto ético, la pornografía es perfectamente catalogable como un desorden moral grave por cuanto causa en quienes la producen y usan un deterioro moral importante por el daño que engendran en todos los consumidores. Por ello, para proteger a los menores de esta tendencia, es necesario crear programas educacionales actualizados que inculquen normas éticas, técnicas psicológicas y orientación espiritual con el fin de protegerlos de la exposición inapropiada a material sexual.
  2. El daño de la pornografía, hemos dicho, radica en que produce una dependencia esclavizante, al mismo tiempo que incapacita a la víctima de ella para lograr una sexualidad madura capaz de la donación y de la entrega al otro. Al contrario, el hombre se ve impelido a ver a la mujer como objeto egoísta del propio placer. Además de generar momentos incómodos en donde la memoria evoca recuerdos pornográficos sin el deseo de la persona, lo cual altera su visión del mundo y la mujer.
  3. Además, la pornografía, utilizada frecuentemente como vía de escape ante la frustración o el aburrimiento, está lejos de producir el efecto buscado, pues incrementa la aislación social, el retraimiento, la idealización irreal de la sexualidad, el sentido de frustración, pudiendo ser causa, además, de depresión y de un razonable sentido de culpabilidad.
  4. Desde un punto de vista teológico, podemos decir que la pornografía contraría directamente el plan de Dios respecto de la dignidad del cuerpo humano y del sentido de la sexualidad.

Referencias

1. Monzón E. El cuerpo de María Magdalena: representaciones, pornografía y feminismo. [Internet]. Valencia; 2018. Disponible en: http://www.erevistes.uji.es/index.php/asparkia/article/view/3290/2917

2. Fuentes M. La trampa rota. 1era ed. San Rafael (Mendoza): Ediciones del Verbo Encarnado; 2008.

3. RAE. Adicción [Internet]. Diccionario de la lengua española. 2019. Disponible en: https://dle.rae.es/?id=0k8i4DT

4. González-Ortega Eva, Orgaz-Baz Begoña. Minors’ exposure to online pornography: prevalence, motivations, contents and effects. Anal. Psicol. [Internet]. 2013; 29 (2): 319-327. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0212-97282013000200003&lng=es

5. Harvey J. The truth about homosexuality. San Francisco: Ignatius Press; 1996.

6. Frankl V. El hombre en busca de sentido. 3era ed. Barcelona: Herder Editorial; 2015.

7. Velasco A, Gil V. “La adicción a la pornografía: causas y consecuencias”. Drugs and Addictive Behavior. 2017;2(1):122.

8. Santa Sede. Catecismo de la Iglesia Católica. 2nda ed. Madrid: Asociación de Editores del Catecismo; 1998.

9. de Aquino T. Comentario a la Ética a Nicómaco de Aristóteles. Pamplona: Universidad de Navarra; 2000

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