Blog

Pandemia, libertad y bien común: ¿cómo se afecta la libertad en el contexto de la pandemia de CoViD-19? Y su base en el bien común

13 enero, 2021

POR ALEX WOLF ZABALAGA, ALUMNO DE MEDICINA UFT, QUINTO AÑO.

Hoy, al momento de escribir este breve artículo, acontece una devastadora pandemia causada por el virus 2019-nCoV. Una de las medidas más eficaces para controlarla es el aislamiento de la población, el distanciamiento social, y en su defecto, las cuarentenas obligatorias de pacientes infectados confirmados, tanto sintomático como asintomático, o sospechosos. Las medidas, que han implicado un esfuerzo tanto de las autoridades como de los ciudadanos, levantan un profundo cuestionamiento sobre los efectos que ha tenido la pandemia en la libertad de las personas y su relación con el bien común.

Estado y bien común

Para poder controlar la propagación del virus, la situación sanitaria y el movimiento de la población, el Estado chileno ha debido instaurar cuarentenas dinámicas, crear reglamentos sanitarios desde sus ministerios y fortalecer la fiscalización de la cuarentena obligatoria de contagiados y de cuarentenas territoriales en zonas con la restricción.

Chile durante la pandemia se ha encontrado en estado de excepción constitucional limitando ciertos derechos fundamentales de las personas, como la libertad de desplazamiento, dando más atribuciones al Ejecutivo para controlarla. Aún así, las restricciones a la libertad de movimiento, como en caso de reuniones sociales, asistencia a cultos y trabajo, solo se justifican cuando son las mínimas indispensables y durante períodos cortos. Esto es una cuestión que se ha confirmado a lo largo de la pandemia. David Nabarro, el enviado especial de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al medio británico The Spectator, señaló que la OMS no ha recomendado cuarentenas totales como el principal medio de control del virus puesto que estas han tenido un fuerte impacto en aumento de la pobreza (1).

Esto es meritorio porque el Estado debe velar por el bien común pues “el gobernante está al servicio de un bien que él no inventa, al servicio del bien común” (2). Parte de este bien común, implica que las decisiones tomadas por los gobernantes sean basadas en la virtud de la prudencia. Esta virtud es “sabiduría práctica, conocimiento de los principios que orientan la acción (sindéresis) y correcta determinación e imperio de la acción singular misma que es más adecuada según todas las circunstancias (prudencia en sentido estricto)” (2). La prudencia tiene en cuenta los tipos de acciones moralmente buenas, las que benefician al bien común (2). Por ello, las cuarentenas o medidas tomadas para el control de la pandemia solo se justifican cuando son las mínimas indispensables y durante períodos razonables, como ya se ha dicho.

Aún así, la opción del bien común abre un dilema: ¿prima la persona individual o la comunidad? Ambas opciones son posibles y no son excluyentes, tan solo depende de la circunstancia. Al poner al individuo por sobre la sociedad, se puede llegar a concepciones erradas de cómo se debe ejercer la autoridad o de la importancia de las metas colectivas temiendo sacrificar la autonomía o los beneficios de los individuos particulares con el fin de cumplir una meta común, que en este caso no es una despreciable, sobrellevar y de cierta forma superar la pandemia (2). Esto podría llevar a que el gobernante cometa errores tanto por omisión como por inoperancia.

De lo anterior podría salir la duda si es lícito o razonable implementar medidas que coartan libertades y derechos propios de la persona, y siguiendo la argumentación, lo serían siempre y cuando sean prudentes, razonables, justas y necesarias. Todo esto tiene que estar acompañado de un trabajo político, social y técnico, y así sean efectivas y moralmente buenas. En caso de probar no ser efectivas, deben revisarse para terminarlas o mejorarlas, como ha pasado con las cuarentenas totales que han mostrado ser nocivas para la ciudadanía e ineficientes al estar mal implementadas.

 

Tipos de libertad y sus efectos en ellas

Para entender mejor el efecto de la pandemia en el humano, la filosofía tradicionalmente ha diferenciado 3 tipos de libertad, pudiendo ver cómo se afecta cada una con las restricciones actuales (3):

  1. Libertad física o de espontaneidad: es carecer de impedimentos externos que coarten el accionar libre del hombre. Es evidente que la limitación de movimiento atenta contra ella, porque el humano es un ser corpóreo que demuestra su existencia con moverse. Aún así, al estar en donde corresponde, aún se puede ejercer la libertad, pero con limitaciones prácticas.
  2. Libertad de elección o libre albedrío: implica decidir y actuar conforme la voluntad y así autodeterminarse; libertad que está orientada al desarrollo de la persona, donde su bienestar físico es un tema fundamental. Para ello es importante que la voluntad se encuentre por sobre los bienes. Como concluye Platón, no sirve de nada ser dueño de los demás si se es esclavo de los propios apetitos. Hoy vemos mucha gente abusando de esta libertad, que finalmente no son libres. Si bien hoy está restringida la capacidad de movimiento, en este caso no afecta el libre albedrío, porque es una libertad que supera condiciones externas. Entonces, uno es realmente libre cuando se protege y respeta la cuarentena en caso necesario. Ejemplo contrario de esto es ver gente que decide asistir a fiestas masivas, pese a deber respetar cuarentena, para satisfacer su apetito imperante.
  3. Libertad moral o autonomía: implica que la voluntad se encuentre ajustada a la verdad, viendo en la acción un acto realmente bueno, convirtiendo el acto humano en un acto moral. Aplicado a la contingencia, en visión positiva, el cumplimiento de cuarentena es la máxima expresión de la libertad, porque se sigue y se puede elegir el bien común queriendo un bien general; según si hago propias o no las normas sociales impuestas o el bien percibido. Por tanto, mientras más se domine y se cumpla, se es más libre. Aunque, la persona tiene que ser capaz de discernir entre las acciones que son buenas y malas en cuanto a realizarse durante esta pandemia. También, destacar que las ideologías, en la mala acepción de la palabra, afectan la libertad de la persona porque no actúa conforme a la realidad, y ello puede influir en cómo critican y actúan hoy.

 

Vida y libertad como bienes humanos básicos

Los bienes humanos, y la vida y la libertad en especial, son fines buenos que en conjunto definen la plenitud humana, como propone la filosofía aristotélica, es el horizonte al que se orientan todas nuestras acciones (2).

El primer bien humano básico para tratar en esta temática es la vida. La vida es el primero de los bienes humanos básicos porque sin ella no podemos gozar del resto de los bienes. Por lo mismo, la vida es valiosa por sí misma, relacionándose con la dignidad humana y el respeto de la vida de la persona. Esto resalta aún más en momentos cuando a nivel global acontece una pandemia producto de un virus relativamente letal, lo cual relaciona íntimamente el bien de la vida con el bien de la salud (2).

Al reconocer la vida como un bien valioso por sí mismo, un acto que ataque la vida o la salud es incorrecto porque causa un mal en el otro (2). Esto nos invita a tener presente que, en momentos de pandemia, acciones maleficientes pueden tener un costo grave. Un ejemplo breve sería algún contagiado confirmado que pese a existir reglamentación sanitaria al respecto, y hoy ya se ha instalado un mínimo sentido común al respecto también, no se aísle y provoque un brote.

El segundo bien humano básico para tratar es la libertad. El ser humano es intrínsecamente libre; incluso no puede optar a no ser libre. Esto está dado por la razón y voluntad del ser humano. Como ya se ha expuesto, producto de las cuarentenas y medidas tomadas para el control de la pandemia, se suspende la libertad física de la persona en distintos grados.

Uno de los problemas en la limitación de la libertad es el entorpecimiento en el acceso a otros bienes humanos básicos como la familia, la amistad, la recreación, entre otros (2). Esto no es algo superfluo, es parte importante del desarrollo integral de la vida normal de cualquiera. Por esto, hemos visto día a día que hay personas con problemas psicológicos y se ha disminuido la calidad de vida aún más desde el inicio de la pandemia. Por lo mismo, se requiere llegar a un equilibrio entre la limitación de la libertad física y la posibilidad de acceder a otros bienes. Ejemplo de esto, es que se ha permitido en ciertas zonas o por medio de la obtención de algún permiso, poder hacer ejercicio en áreas públicas, reuniones con un número limitado de personas, la realización de cultos religiosos, etcétera.

 

¿Individualismo o bien común?

El bien común forma parte de la dimensión social del ser humano (4). Aunque, para todos esto no es evidente. ¿Por qué o para qué yo debería preocuparme por el resto y como me beneficiaría? Así caemos en actitudes egoístas, que hoy han probado ser letales para un gran número de personas que se han contagiado producto de la irresponsabilidad de algunos (considerando que esto no quita que hasta el más cuidadoso se puede contagiar). Esto porque hoy vivimos en una sociedad materialista que vive en la inmediatez, donde el otro pasa a un segundo plano. En esto, la libertad propia del humano nos abre el paradigma entre el individualismo y la primacía del bien común. Entonces, de manera reducida, se puede decir que la persona durante el transcurso de la pandemia tiene tres opciones en el uso de su libertad abogando a su voluntad.

La primera opción es la de una actitud autónoma individualista, y altamente riesgosa en casos donde la persona obre irresponsablemente, en la que a la persona no le importa contagiar o contagiarse, o puede que no respete cuarentenas o un mínimo cuidado. Producto de ello, se puede convertir en un vector importante en la propagación del virus, lo que genera un grave impacto en el progreso del esfuerzo país por detener la pandemia si lo llevamos a miles de personas, llegando a ser injusto para con el otro. Aquí, en la opción individualista, se concibe al ser como un ente autónomo, y esta ve en peligro su autonomía cuando instituciones sociales como el Gobierno establece reglas o limitaciones a su libre acción. Aquí se puede llegar a exaltar tanto la libertad, que en algunos casos pueden desvincularse del bien (2).

Esta opción, la de la actitud individualista, también se puede transformar a un individualismo pasivo, en alguien que se aproveche del esfuerzo del resto (el sacrificio del otro), y se despreocupe de la acción propia.

La segunda opción es centrarse en aportar al bien común. Como somos seres sociales, se requiere y requerimos de la participación común en el medio. El hombre es capaz de decidir frente a bienes sensibles, y decidir por bienes superiores. El cuidarse y respetar las medidas sanitarias razonables para cuidar la salud propia y la del otro es un bien abstracto, que es la protección de la vida y aportar a las instituciones, motivado por el bien común porque todos deberíamos tener prácticamente el mismo sentido de responsabilidad con nuestros conciudadanos. Pese a estar bombardeado diariamente por apetitos sensibles, se debe ajustar nuestras acciones al bien de todos, y durante esta contingencia, cuidarse, respetar medidas de protección, y cuarentenas. Aunque, hay que recalcar que también las órdenes y decisiones de las autoridades (como cuarentenas o reglamentos), como se vio antes, deben estar ajustadas a cierto orden y prudencia, para que sea también digno de acatar. También, tenemos que entender que esta opción no es la más fácil, puesto que los vínculos por lo que se aporta a este bien común requiere de un sacrificio personal (2).

Lo anterior está altamente relacionado con la práctica de la medicina, puesto que esta implica vocación al servicio de los demás. Por ello, el que trabaje en ello debe conocer el bien que hace a la sociedad al ayudar en esta pandemia, siendo totalmente compatible con la libertad personal; siempre y cuando sea cuidadoso de su integridad física. También ocurre lo mismo con servidores públicos, empleados de supermercados y farmacias, camioneros, etcétera.

A diferencia de la primera, esta segunda opción entiende la libertad personal como capacidad de autodeterminarse en relación con un bien que promueven las instituciones como el Gobierno para controlar la pandemia. Entendiendo el bien común como uno asequible para todos, pero de nadie a la vez (4), es razonable pensar que las personas se beneficien de los vínculos sociales y las ventajas implicados con las instituciones, teniendo también que aceptar sacrificios para mantenerlos (2).

Es necesario destacar que se tiende en individualismo a confundir la libertad con una aparente o falso ejercicio de la libertad; parecido al libertinaje. Esa libertad descontrolada o sin límites hoy en día es atractiva, y si lo llevamos a la teología, el libre albedrío es uno de los bienes que la persona goza. Aun así, su problema radica en que cuando se aleja de la verdad, se convierte en una libertad destructiva surgiendo problemas secundarios al abuso de la libertad (2). Como la filosofía Kantiana propone, el hombre es libre, pero solo si sigue la ley de la razón. Entonces, como ley universal, el hombre debería entender que atentar contra la vida, incluso la suya, es algo incorrecto e inmoral.

Para proponer una opción intermedia, la tercera sería un equilibrio entre la autonomía individualista y el bien común. Esto es correcto, puesto que el ser humano tiene una dimensión interna y otra externa. En su parte interna, es necesario como sociedad respetarla, y para eso la comunidad y los gobernantes deben hacer lo mejor porque él y cada una de las personas. En este caso se debe cuidar la salud de la persona, pero respetando su libertad en lo posible. En su parte externa, cada persona en su dimensión social debe actuar de tal forma que el prójimo y él mismo estén bien, y en este caso, por ejemplo, sería evitar la propagación de un virus relativamente letal para personas sanas lo más posible. Esta opción supone el entendimiento por parte de la persona (pudiendo ser algo no intencional o inadvertido) de la existencia de un bien común y un deber ante él, y que la sociedad respete en lo posible la individualidad de la persona; esto pudiendo o no ser de forma simultánea. Se requiere colaboración de todos (de distintas formas) y algunos sacrificios también, para poder resolver en conjunto la contingencia sanitaria con el menor impacto social posible.

Para finalizar, mencionar al psicoterapeuta Viktor Frankl, que fruto de su estadía en un campo de concentración en Polonia logra racionalizar múltiples aspectos de lo que sufrió y contempló. En el libro “El Hombre en Busca de Sentido” nos propone que la única libertad que no puede oprimir es la libertad de elección, lo interior del hombre que nadie se lo puede quitar, por ello, la actitud que uno tiene determina cómo se va forjando su vida pese a estar oprimido incluso en un campo de concentración o, como hoy, en un estado de pandemia con limitación en la libertad donde de cierta forma en algunos lugares del mundo existe un totalitarismo sanitario (5).


Bibliografía

  1. The Spectator. The incredible vanishing World Health Organization. 2020. Disponible en: https://spectator.us/lockdown-incredible-vanishing-world-health-organization/
  2. Orrego Sánchez C. Filosofía: conceptos fundamentales. Una nueva introducción al pensamiento crítico. Universidad Nacional Autónoma de México; 2020
  3. Shand B. Cátedra: Libertad. Universidad Finis Terrae. 2020
  4. Forment, Eudaldo. La filosofía de la libertad en Carlos Cardona. 1994
  5. Frankl V. El hombre en busca de sentido. 3era ed. Barcelona: Herder Editorial; 2015Link imagen: https://mir-s3-cdn-cf.behance.net/projects/404/2f1afa96099881.Y3JvcCw1MzkxLDQyMTYsMCwyNjgy.jpg