Cuando pienso en humanización vista desde la economía, lo primero que se me ocurre es el valor que tiene cada individuo, pero no un valor en dinero, sino el valor que tiene cada ser humano por el sólo hecho de ser persona, lo cual las sitúa por sobre cualquier monto monetario, y los hace merecedores de respeto, trato justo y libertad.
Cada decisión tomada en políticas públicas, en el plano empresarial, a nivel social y personal, debe considerar las repercusiones en la dignidad y bienestar de las personas. En este sentido, Michael J. Sandel dice que las personas no pueden ser tratadas como bienes que pueden comprarse y venderse porque son “seres merecedores de dignidad y respeto, y no instrumentos de ganancias y objetos de uso”[i]. Asimismo, el Papa Francisco plantea: “Debemos decir no a una economía de exclusión y de desigualdad social; esta economía mata…el ser humano es considerado, en sí mismo, como un bien de consumo que se puede usar y después tirar; los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”[ii].
Vivimos en una época donde se ha permitido que los valores que rigen el mercado se impongan a la sociedad dejando de lado los valores humanos, provocando que la percepción que tienen las personas de esta herramienta económica se vea de mala manera, producto de las repercusiones negativas que han tenido en sus vidas.
Un ejemplo claro en nuestro país es lo que está sucediendo con el sistema de pensiones, donde las personas se han visto perjudicadas recibiendo montos muy bajos de jubilación después de años de trabajo.
En 1980 el economista José Piñera creó un modelo donde el actual sistema de jubilación se asume por DL 3500 y 3501, el cual pretendía hacer justicia a cada trabajador, darle la libertad de escoger la institución que quisiera administrara sus dineros para capitalizarlos de la mejor manera y eliminar las desigualdades que provocaba el antiguo sistema de reparto donde solo podían jubilarse aquellos que cumplieran con los requisitos establecidos para poder hacerlo, por ejemplo, una cantidad mínima de aportes, los cuales si no existían las personas se quedaban sin jubilación perdiendo los reunido por no llegar a ese mínimo y dependiendo del grupo de trabajadores que perteneciera junto con la presión que este ejerciera para obtener un monto mayor (o menor) es que se creó el nuevo sistema de capitalización individual donde todo monto aportado por el trabajador es de su propiedad y tiene derecho a recibirla sin tomar en cuenta un número de aportes mínimos o a la clase trabajadora a la que pertenezca.
El modelo económico en ese entonces planteado por este economista y tomando en cuenta las variables mas idóneas en y para esa época con proyección futura frente a los mejores escenarios, cumplía el objetivo ético de justicia e igualdad bajo la mirada de los trabajadores que cotizan, independiente de los aportes realizados, lo cual dio beneficios proyectados (bajos cobros de administración, completa propiedad de los ahorros y libertad de elección). Sin embargo, con el tiempo las cosas fueron cambiando debido a la intervención de otras variables, tales como la intervención de los gobiernos de turno modificando el espíritu del modelo en su creación (Justicia Social) donde en el año 2002 se crearon los multifondos al sistema de pensiones cuyo objetivo seguía las normas de mercado (aumentar las inversiones para obtener mejor pensiones), donde la población cada vez tiene una longevidad mayor y por otro lado, el ahorro por parte de los cotizantes era responsabilidad de cada uno, seamos trabajadores dependientes o independientes, pudiendo tener una continuidad en el tiempo con aporte de montos sistemáticos o teniendo lagunas, situación no beneficiosa para la futura jubilación. Esto ha decantado en la instalación de la insatisfacción y el descontento[iii] parte de la población con un sistema de AFP que parece injusto y atenta contra la dignidad en el envejecer, y en el otro extremo los economistas se han posicionado con argumentos tales como que las condiciones del mercado pueden ir cambiando por que es dinámica, está viva porque trata de cubrir necesidades de las personas las cuales son infinitas, sumado a que todas las inversiones tienen un riesgo. En este escenario la Economía se despliega como una ciencia explicativa desde lo técnico, pero no es capaz de hablar el otro lenguaje, el que puede dar respuesta a la búsqueda de dignidad y de pensiones “humanizadas”.
La economía en esencia es lo mas humano que hay, se hace consciente de las necesidades de las personas poniéndose al servicio de ella. El problema está en que hemos pasado de ser una economía de mercado a ser una sociedad de mercado según Michel J. Sandel y donde todas las señales apuntan a que así es.
¿Seremos capaces los economistas de escuchar con voluntad de hacer sentido lo que plantea el Papa Francisco cuando señala: “Mientras tanto, los poderes económicos continúan justificando el sistema mundial, donde priman la especulación y una búsqueda de la renta financiera que tiende a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana. Así se manifiesta que la degradación humana y ética están íntimamente unidas. Muchos dirán que no tienen conciencia de realizar acciones inmorales porque la distracción constante nos quita la valentía de advertir la realidad de un mundo limitado e infinito”? (nº 56), o bien ¿no hay espacio o razón concebida a este tipo de discusiones siendo la economía una ciencia social construida por seres humanos? Parece ser que la respuesta no es muy auspiciosa, la humanización es un valor al que tienen derecho los poderosos en el juego del mercado, pero los no poderosos parecen no merecer “ser humanos”[iv].
El futuro depende de que los economistas entusiastas en estos temas humanistas nos permitimos pensar otros escenarios, donde las oportunidades están aquí y ahora. Este al menos, es Mi primer paso.
Referencias
[i] Sandel, M. J. (2013). Lo que el dinero no puede comprar, Los limites morales del mercado. España: DEBATE.
[ii] Francisco, P. Laudato Si . Roma.