Frente al riesgo de contagio se crearon medidas de prevención y protocolos para toda la población, para así evitar y disminuir los contagios. Se estipularon medidas a nivel personal como: lavado frecuente de manos, distanciamiento social, evitar saludos de mano, entre otras, y también medidas a nivel geográfico como: cuarentenas, cordones sanitarios a nivel local e internacional (2). Así también, centros hospitalarios públicos y privados, redujeron su capacidad de atención, enfocando todos sus recursos en la pandemia, implementando medidas como: cancelar procedimientos electivos, realizar telemedicina cuando es posible y en el caso contrario, cuando el paciente tiene que asistir a consultas médicas presencial se debe evitar ir con acompañantes (a excepción de casos de menores de edad y adultos que requieren de acompañamiento). Los centros hospitalarios también han debido limitar las horas disponibles a consultas médicas y reprogramar las atenciones de pacientes crónicos, entre otras tantas medidas que buscan evitar aglomeraciones por atenciones que no son de urgencia (3,4).
Junto a la disminución de capacidad de atención de los centros de salud, también existe miedo por parte de los pacientes a contraer el virus, por ello, se ha observado una caída en el número de atenciones y diagnósticos de enfermedades no asociadas a la pandemia, así como un leve dolor de estómago que puede agravarse a apendicitis o tumores no detectados a tiempo, son ejemplos de patologías que con el paso del tiempo pueden significar un gran riesgo para la salud, incluso mayor que el riesgo asociado al virus, ya que esto se traduce en el retraso de controles médicos, no realizar seguimiento de enfermedades, o dejar de asistir a terapias (5).
A raíz de estas nuevas normativas y situación que acontece, surgen interrogantes al respecto, por ejemplo si estas normativas se aplicaron a toda la población, o si se consideró de manera diferenciada a la población de riesgo de pacientes oncológicos, los cuales tienen que seguir estrictos esquemas de tratamientos, terapias y cirugías, ¿Cuáles son los criterios para determinar qué paciente continua o posterga el tratamiento?, ¿Quién decide acerca de ello? ¿El paciente tiene la capacidad de involucrarse en la discusión de su tratamiento?
Los tratamientos de los pacientes con cáncer resultan diversos y dependen caso a caso. Puede implicar sólo un tipo de tratamiento o la combinación de ellos como cirugía y quimioterapia o radioterapia, existiendo otros tratamientos como inmunoterapia (6). El grado de complejidad del tratamiento sumado al escenario de pandemia, hace de esto una tarea de gran envergadura, es por ello que las autoridades y centros oncológicos han tenido la necesidad de crear protocolos para poder dar continuidad con los planes de tratamientos.
La Sociedad Chilena de Oncología (SCOM), sugirió una serie de recomendaciones basadas en una guía especializada para pacientes con cáncer en pandemia realizada por NHS, en la que se propone al equipo médico evaluar según sea el caso del paciente, los riesgos y beneficios de retardar o interrumpir tratamientos como quimioterapia frente al riesgo de infección (7). La guía sugiere según la capacidad de los servicios de atención, la categorización de los pacientes en grupos prioritarios del 1 al 6, en que el primer nivel de prioridad es para los pacientes con una terapia curativa con una alta probabilidad de éxito (mayor al 50%), mientras que el sexto nivel de prioridad, o sea la última prioridad es para pacientes con terapias no curativas con una probabilidad intermedia de paliación (15-50%) o control temporal del tumor y con una supervivencia menor a 1 año.
La categorización hace cuestionarse dónde queda la voluntad de los pacientes. En otras palabras, ¿Qué sucede con aquel paciente que es categorizado en sexto nivel si éste desea realizar y seguir su tratamiento? ¿Se puede categorizar la esperanza depositada en sus tratamientos? (8). Estos son planteamientos que se deben realizar al protocolo propuesto, el que debería explicitar la libertad del paciente de tomar la decisión respecto al seguimiento del tratamiento a pesar del riesgo de contagio.
Mientras tanto el Minsal, realizó un protocolo de recomendaciones para el manejo en pandemia en servicios de oncología y asociados, en el que recomienda postergar la terapia en pacientes con cáncer estable, y para aquellos pacientes que están en tratamiento actuales, continuar con ello, con una serie de medidas necesarias con el fin de no exponer al paciente oncológico a situaciones de riesgo de contagio (10). Al igual que el Protocolo anterior, se debe respetar la base fundamental de la decisión del paciente frente a las sugerencias protocolares.
Sin lugar a dudas, para poder tomar una correcta decisión clínica esta debe ser individualizada considerando aspectos como el riesgo de recurrencia del cáncer si la terapia es postergada, cambiada o interrumpida, el esquema de la terapia, cantidad de ciclos ya realizados, tolerancia al tratamiento y otros factores que pueden representar un mayor riesgo de contagio para aquellos pacientes que además presenten enfermedad cardiovascular o respiratoria preexistente y adultos mayores de 60 años (7,9).
Por ello los esquemas de tratamientos tienen que ser estudiados y evaluados por un equipo multidisciplinario médico, y en la situación actual de pandemia con mayor rigurosidad, ya que se debe evaluar los riesgos de exposición al virus en los servicios hospitalarios y en el traslado hacia el lugar. En el caso de continuar las terapias, y en el caso de postergar o interrumpirla, se debe considerar la calidad de vida y sobrevida del paciente (10).
Es por esta razón que también es indispensable la participación activa del paciente en conjunto con el equipo médico, en la que tiene la oportunidad de expresar su opinión y deseos en relación a la situación que lo involucra directamente.
Es importante recordar el rol del paciente dentro de las planificaciones en sus tratamientos, el conocimiento del paciente es de vital importancia, el que está basado en los principios de la dignidad de la persona humana y así también en el respeto de la autonomía de su voluntad. Las decisiones clínicas y la acción de ellas a cabo, deben ser previamente consentidas por el paciente. El consentimiento informado, debe ser conseguido luego de que se entregue toda la información en un lenguaje claro y comprensible por parte del médico hacia el paciente, el cual este último después de recibir toda la información, tiene libre albedrío para decidir acerca de las propuestas médicas y así como también tiene el completo derecho a negarse a ellas (11,12,13).
Conclusiones
- Ante la compleja situación que se vive, se han tenido que tomar medidas rápidas y efectivas, crear protocolos nuevos, así como también la modificación de protocolos existentes, con el objetivo de optimizar la atención en centros de salud con un enfoque de cuidado y minimización de riesgo de contagio no solo para profesionales de la salud sino también para los pacientes.
- Tanto médicos y pacientes se ven comprometidos en el proceso de decisión y consentimiento. El paciente debe conocer sus derechos para consentir y decidir, y el profesional médico debe ser capaz de informar de manera eficaz el tratamiento que se propone, así como también debe ser capaz de comprender los deseos y consentimiento del paciente.
- Sin embargo, lo fundamental, es hacer respetar el valor y derecho intrínseco del paciente respecto de su enfermedad y al curso de ella. Él es quien debe decidir qué medidas tomar o no, si continuar con su tratamiento enfrentando el riesgo de contagio de COVID-19 o suspender el tratamiento. Los protocolos debieran explicitar y evidenciar de manera más notoria este asunto.
Bibliografía
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