POR CAMILA PÉREZ OLGUÍN, ESTUDIANTE DE ENFERMERÍA U. FINIS TERRAE.
Hola mi nombre es Camila, tengo 33 años, madre de 2 niños, dueña de casa, trabajadora y estudiante de segundo año de la escuela de enfermería. Cuido de mis hijos y de mi hermano de 23 años que actualmente estudia y, cuando no estoy en casa, es él quien ve a mis hijos. Actualmente trabajo en un hospital como técnico en laboratorio clínico, específicamente en el área de microbiología, observo varios tipos bacterias y virus, mi horario es en modalidad cuarto turno.
Hoy en día estoy enfocada en mí, cumpliendo metas en mi vida, por eso decidí estudiar, ni más ni menos que enfermería. ¿Por qué? Bueno, está relacionada con el área de salud y es una carrera que me permite ayudar a los demás de manera más directa que siendo técnico en laboratorio, es algo que hace tiempo quise estudiar, pero por circunstancias de la vida no pude lograrlo. Era una maravillosa oportunidad para quedar en la universidad, a pesar de estar trabajando, postulé e ingresé por admisión especial, el cupo era reducido, aun así, fui seleccionada para estudiar. Todo salió como lo esperaba, ingresar a la universidad, nuevos retos, planificando mis horarios en el trabajo y el cuidado de mis hijos. Sin embargo, todo esto fue interrumpido por el COVID 19 y la pandemia, la verdad, pensé que sería algo lejano que ocurría en otro país y jamás pensé que sería una total catástrofe a nivel mundial. Soy de las alumnas que no llegó al campus, no conoció a sus compañeros, no fue presentada, no conoció a sus profesores ni menos donde estaban las salas, la biblioteca, el casino o ese lugar para descansar.
Todo esto fue muy desconcertante para mí y para mi familia, porque todos mis planes se vieron afectados y tuvimos que adaptarnos a este nuevo sistema de vida. Mis hijos no asistieron más al colegio, mi hermano en casa todo el día y yo me tuve que conectar más de lo que ya estaba conectada en zoom, meet, aplicaciones para entrar a clases, etc.
Fue todo un reto, sobre todo con la alegría de entrar a estudiar y volver a aprender, pero con la pandemia todo se dificultó. Me costó retomar el ritmo de las clases por varias razones, a veces mientras escuchaba las clases, estaba cocinando, en el baño, jugando con mis hijos, colocando atención en la clase de mi hijo para que él participara, un sinfín de cosas que hice detrás de pantalla; pero a la hora de las pruebas era un fracaso. Traté de poner de mi parte para sacar buenas calificaciones; sin embargo, al principio no prestaba atención en clases y estudiaba a última hora, por lo que los resultados no eran muy buenos y empecé a tomarle el peso a la situación. La primera persona que conocí virtualmente fue mi madrina (compañera de la universidad) ella es como tu guía, la persona que ya lleva un año más que tú y te puede guiar en ciertas materias y profesores, en el estilo de estudio y de cómo sobrellevar algunas clases.
Muchas veces me quedé con ganas de preguntar algo que no sabía, también quise expresar mi opinión, no solo por el chat, quería conversar temas que no me quedaban claros; no es lo mismo la presencialidad que las clases impartidas de manera online, la comunicación fue escaza, a veces fue nula. Los profesores, por otro lado, también tuvieron que enfrentar toda esta situación, no sabían nada de nosotros, trataban de llevar una clase, ellos hablaban y preguntaban si quedaban dudas, pero a veces ni siquiera estaba atenta a ellas, porque estaba haciendo cosas en casa, había otras cosas que hacer, o solo estaba cansada de escuchar y mirar a alguien a través de una pantalla todo el día, ya sea acostada, sentada o donde uno estuviera, a pesar de la dificultades que se presentaron, me acostumbré un poco a la situación, es más fácil cuando se está presente en el aula de clases, donde puedes preguntar e interactuar con tus compañeros.
Después de que me fuera tristemente mal el primer semestre, hice muchas amigas virtuales de mi sección. No las vi nunca pero sí que nos comunicábamos por WhatsApp, toda nuestra sección se conocía y podíamos conversar acerca de nuestras dudas o inquietudes dentro de nuestros ramos. Este fue un punto muy importante, ya que no pensé que tendría tanto apoyo de mis compañeras. A veces conversábamos para hablar de algo distinto a la universidad, emociones, incertidumbres, miedos, también realizábamos trabajos grupales, los cuales fueron complejos, faltó tiempo y organización. Conocí compañeras con realidades muy diferentes a la mía, aun así, me acogieron con cariño y comprensión.
Lo positivo de la pandemia, fue estar presentes con mis hijos, que aún son pequeños, aproveché todo ese tiempo para salir a la plaza siempre con precaución y los cuidados pertinentes, jugar con ellos en casa y estar con ellos cuando me necesitaban.
En el ámbito laboral, la carga laboral fue extremadamente alta, todos los días había incertidumbre, estrés y cansancio por parte del equipo de trabajo, los pacientes fallecidos aumentaban y no había espacio para mantenerlos en la sala de anatomía patológica, la cual se encontraba cerca de nuestro laboratorio, por lo que tuvieron que implementar un contenedor improvisado para dejar a los cadáveres. Mi trabajo como técnico en microbiología fue modificado a turnos de 24 horas, cada dos días libres, nos llegaban varias muestras de diversa índole; pero por el contexto de pandemia, nos llegaban muestras de pacientes COVID críticos, estas son tomadas a los pacientes con intubación de larga data; además, muestras de tejido de ulceras por presión por los largos días de hospitalización.
En el trabajo poco y nada pude hacer en el aspecto de los estudios, varias veces me tocó conectarme en clases estando en el trabajo y, a veces, no lograba concentrarme en lo que enseñaba el profesor por obvias razones, o simplemente no podía conectarme, en ese caso, miraba las clases grabadas en casa hasta altas horas de la noche, para estar al día.
La incertidumbre avanzaba cada día cuando estaba en mis horas en el hospital, pero, al llegar a casa procuraba que ese miedo e incertidumbre se transformara en optimismo y esperanza, saldríamos adelante con mi familia y pasaría los ramos de la universidad.
En el ámbito académico, me fui adaptando paso a paso y pude ir realizando rutinas de estudio, así como estar presente en clases, fue ahí donde prioricé lo más importante. Estudiar en grupo online fue de gran ayuda, lo que no entendía en clases, lo entendía mi compañera y así era más fácil aprender.
Muchas veces que tuve que presentar trabajos de la universidad con el fondo de ruido de mis hijos, de perritos, de los pajaritos, de las motos, etc., o se me quedaba prendida la cámara de la Tablet y varias veces pasé vergüenza por ese medio, son momentos que viví y los cuales fueron alegres, a veces de frustración, de pena, de querer dejar todo, de miedo e incertidumbre; pero de a poco pude acostumbrarme y sobrellevar la situación.
Lo que marcó mi aprendizaje fue mi primera práctica de enfermería, algo emocionante pero también frustrante, porque noté que en estos dos años que llevaba como estudiante, no manejaba del todo los procesos ni el conocimiento necesario. Me deprimí, pero recalco que fue el suceso que más añoré de mi carrera, adquirir la importancia sobre el cuidado de los pacientes, seguir aprendiendo y mejorando en mis conocimientos; ya que, para saber una enfermedad, debes reconocer el lado fisiológico, el cómo, dónde, cuándo y por qué la célula realiza ciertos procesos para llevar a cabo otros, así como la mayoría de las reacciones y acciones del cuerpo humano y su gran complejidad. Reconocer y saber en el fondo que lo que hago es para ayudar a la persona en un estado de enfermedad.
Hoy siento que deberé adaptarme otra vez, pero de manera presencial, la pandemia aún sigue en nuestro día a día, los casos y las mutaciones que ha sufrido el virus, las víctimas de esta pandemia en otros países y todo ello aún no acaba. Por ahora, nosotros estamos en un buen clima y se ve a la población más activa con el tema de las vacunaciones. En mi caso, poder compatibilizar estudio, trabajo y familia, lo cual no es nada fácil, ha sido un gran esfuerzo y desafío que he afrontado lo mejor posible con la ayuda de los que me rodean. A pesar de todo, tengo la convicción de que seguiremos adelante y confieso que me gusta mucho lo que hago, la verdad, me gusta ser mamá, estudiante y trabajadora, aunque hay momentos en los que me gustaría detenerme un momento, darme un tiempo y no colapsar en el intento.
En consecuencia, de lo que estamos viviendo, el tener vida y salud es un lujo que muchos en estos instantes no poseen, en este tiempo, se nos permitió estar más tiempo en familia, valorar a nuestras amistades, la comida en nuestra mesa, muchas cosas que no percibíamos antes por vivir acelerados. Reconocer lo frágil y vulnerables que somos, ser empáticos, como sociedad es tiempo de sumar y no de restar.