Llevaba un polera que decía “Yo dono, tú donas. Él vive”. De las más de 25.000 personas que corrieron en la octava versión de la Maratón de Santiago, ninguna se imaginó que debajo de esa prenda había una cicatriz –en el área abdominal izquierda– de un hombre que había sido trasplantado de riñón. Pablo Andrés Arancibia Trecaman de 30 años de edad fue ese hombre.
El 7 de mayo del año 2013, Pablo fue diagnosticado de una insuficiencia renal crónica en ambos riñones. Sus órganos estaban funcionando solo al 20% por lo que no podían realizar correctamente su función, es decir, el proceso de purificación y extracción de toxinas que realizan los riñones en la sangre. Dejó de hacer deportes, salir a correr, andar en bicicleta, bucear, comer sal e incluso ir a fiestas. Su vida cambió radicalmente. De inmediato, Pablo fue inscrito en la lista nacional de donantes en espera de un riñón. Pasaron siete meses en los cuales no hubo respuesta. Mientras tanto el tratamiento fueron solo pastillas “Los primeros meses estuve tomando hasta 15 por día”, asegura Pablo.
No obstante, los medicamentos eran solo provisorios. La situación era grave por lo que el riñón se necesitaba con urgencia. A los 7 meses ya era como un plazo máximo para que la operación se realizara pero desafortunadamente no habían donantes. “Comenzamos a ver dentro de la familia. Mis padres, hermana, tíos y primos, se ofrecieron en ese orden”. Sin embargo, hubo un filtro: hermana con resistencia a la insulina y papá hipertenso. Estaban todos descartados excepto su mamá. Luego de haber realizado un examen, en una suerte de única chance, se dio como resultado que su madre sí era compatible. Fue ella quien le donó el riñón. Fue ella quien, nuevamente, volvió a darle la vida a su hijo.
El 5 de noviembre del 2013 se realizó la operación y arrojó resultados positivos, tanto para quien necesitaba el órgano como para el donante. Cinco meses después, Pablo Arancibia, Ingeniero Civil electrónico y donante por vocación, se encontraba en la alameda de Santiago junto a miles de personas en la partida de una carrera. Su meta no era ganar, sino que correr solo por superación personal.
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En la maratón de Santiago los corredores minusválidos tenían ventaja en la partida ¿Crees que alguien que fue hace poco trasplantado debiese participar bajo las mismas condiciones?
Pablo: La verdad que no creo que sea para tanto, no sé cuántos corredores trasplantado habían en la maratón ese día, no creo que muchos como para hacer una categoría. Personalmente yo fui por un desafío personal no para competir. El día anterior se cumplían 5 meses de mi trasplante. Quería demostrar que sí se puede hacer deporte, que se puede salir adelante, no echarse a morir y qué mejor manera de demostrarlo en una actividad que cada día crece más y más. Obviamente también para apoyar la donación de órganos.
¿Cómo evalúas el sistema actual de donación de órganos? ¿Qué te parece la Ley?
P: Debemos diferenciar primero entre donaciones en vida y donaciones una vez fallecido. Para el primer caso, quizás es un poco drástico pensar que solo familiares (parientes consanguíneos o adoptivos) y cónyuges pueden ser donantes para un paciente que necesita el trasplante. Cualquier persona podría ser donante pero por otro lado se estimularía el tráfico de órganos o bien pagar algún monto a X persona para que done un órgano y existiría desigualdades de oportunidad. Quizás se debería revisar cada caso y ser un poco más flexible.
Para el segundo caso, me parece un poco invasiva la Ley. Estamos muy mal a nivel país en temas de donaciones de órganos y se tuvo que tomar estas medidas. Me hubiese gustado que existiera conciencia sobre este tema. Creo que con más información, más campañas, medios de difusión comprometidos, etc. no era necesario cambiar la ley…
Uno de los puntos de la actual Ley que más polémica causó fue la del rol de la familia ¿qué opinas respecto al poder de decisión que pueden tener ellos?
P: Pienso que la familia debe respetar la decisión de cada persona. Si uno decidió ser donante en vida y con eso ayudar a otras personas ¿por qué debería llegar alguien a decidir lo contrario? Eso ha ocurrido en algunos casos. Las familias se han opuesto.
¿Por qué crees tú que la mayoría de la gente no accede voluntariamente a ser donante?
P: Por temor y desinformación principalmente. Uno se pone a pensar en que te sacarán, siempre y cuando sirvan, riñones, pulmones, corazón, córneas, hígado, páncreas, etc. Y quizás le da un poco de morbo pero poco piensa en el gran beneficio que puede darle a otra persona. Suele haber un prejuicio sobre esto. La gente piensa que si algún día sufren un accidente, los atienden en algún hospital y ven que son donantes, los van a dejar morir solo para quedarse con sus órganos.
¿Cuál es nuestra deuda como sociedad frente al trasplante y donación de órganos?
P: Muchas. Creo que ser donante debiese ser una responsabilidad cívica. Debiese ser algo voluntario y que nazca de las personas como una iniciativa. Falta información clara, difusión y campañas con más llegada a la gente para así crear conciencia real. Primero debemos poner el tema a nivel país. Siento que todo esto tiene un bajo perfil ¿sabes cuánta gente está en lista de espera nacional?