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El llamado del Papa Francisco

9 noviembre, 2015

POR ISIDORA SUAREZ, ESTUDIANTE DE PEDAGOGÍA EN RELIGIÓN, PUC

Desde hace algunos años hemos escuchado muchísimo sobre el cuidado del medio ambiente, cómo diferentes medios están haciendo intentos por captar nuestra atención, especialmente por situaciones que nos involucran, situaciones que nos han demostrado con el pasar de los años cómo se está destruyendo nuestro planeta.

 

Sin embargo, no habíamos escuchado una voz clara y fuerte que denuncie este gran daño, tocando uno a uno los puntos clave para comprender el problema actual: La deshumanización de la ecología[i], la que no hemos visto desde nuestra propia humanidad y de la que no hemos tomado conciencia.

¿Cómo ha actuado la Iglesia católica ante situaciones que involucran a los que habitan la casa común? A lo largo de la historia nos ha demostrado que es “Experta en humanidad”[ii], en ningún momento de su historia ha mostrado despreocupación por el hombre, buscando siempre orientarlo a la búsqueda de la verdad y el recto camino. Podemos ver que Francisco hace un recorrido en el Magisterio contemporáneo, mostrándonos la preocupación que también han tenido sus predecesores: Desde Juan XXIII a Benedicto XVI, apoyando su Magisterio en ellos y tampoco deja afuera a quienes comparten la comunión eclesial. Destacando también el tremendo aporte de la ciencia y el lugar que la comunidad católica le da a la comunidad científica al momento de comprender y explicar ciertos fenómenos. Pero en la vida de quien se funda esta encíclica es en el Poverello de Asís, el gran Santo de la edad media: San Francisco, en su amor por el entorno común, la naturaleza, los animales, por toda la creación. Que comprendió lo que las Sagradas Escrituras nos quieren transmitir y que la palabra de Dios es siempre actual no pasa de moda: Siempre es actual, es vigente.

Asumir una actitud indiferente a lo que está ocurriendo hoy en nuestro planeta, sería una gran falta a la caridad, a la caridad conmigo mismo, con los otros, con mi casa común, mi casa que comparto con toda la humanidad. Quizás por ignorancia es que no estamos comprendiendo lo que le está ocurriendo a nuestro planeta y es por eso que no logramos hacer un cambio en nuestra percepción de la realidad, lo que también sería signo de que no hemos comprendido nada de todo lo que se nos ha transmitido, por esto el Romano Pontífice propone en su encíclica una “Educación y Espiritualidad Ecológica” que nos ayudaría a cambiar la mentalidad actual, que nos aleja cada vez más de la Creación. No podemos negar que nos encontramos frente a constantes cambios, de los que tristemente no somos conscientes de las consecuencias que trae, el cambio es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se convierte en deterioro del mundo y de la calidad de vida de gran parte de la humanidad[iii]. Esto es lo que debe alarmarnos. Pero… ¿Cómo lo logramos? No podemos estar ciegos frente a los problemas que aquejan a quienes comparten nuestra casa común, especialmente los más pobres[iv]. Que con frecuencia también olvidamos, no es posible que personas estén muriendo por la contaminación, la basura, residuos y gases tóxicos, no es solo por la industria, sino también por el cambio climático, el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad[v]. La pérdida de la biodiversidad también es alarmante, están desapareciendo miles de especies que no volverán a nacer: se están extinguiendo, hay un mal uso de los espacios que afectan al desarrollo del hombre y las especies… Lamentablemente buscando beneficios económicos, explotando las riquezas de la naturaleza, nosotros mismos estamos haciendo desaparecer a las especies. El hombre muchas veces teniendo “intención” de cooperar, en su fin de hacerlo suele crearse un círculo vicioso donde la intervención del ser humano para resolver una dificultad muchas veces agrava más la situación[vi]. Francisco denuncia lo que estamos dejando de hacer: “parece que pretendiéramos sustituir una belleza irreemplazable e irrecuperable, por otra creada por nosotros”[vii]. Esto no es más que un progreso disfrazado.

La tierra se está manifestado desesperadamente, pero pareciera que no lo estamos viendo, mientras pasa cada uno de estos cambios frente a nosotros o, más bien, no queremos comprender las manifestaciones de la naturaleza. Debemos expresar amor por la naturaleza, un verdadero cuidado con el medioambiente, hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres[viii]. El Papa Francisco DENUNCIA esta gran cantidad de malas prácticas, la deshumanización de la ecología que vemos va en aumento cada día, denuncia que no podemos disfrutar siquiera de la naturaleza, estamos llenos de edificios de cementos que nos permiten alimentarnos de la Creación[ix] de Dios, que nos regala.

La sustentabilidad es un camino para el cuidado de nuestra casa común. Sin embargo, tenemos que educar en la sustentabilidad para ir creando hábitos en la sociedad y así el hombre pueda realmente tomar conciencia de la gravedad de la crisis cultural y ecológica, para hacer esto real y no quedarnos en la buena intención, necesita traducirse en nuevos hábitos. Se debe apostar por crear una ciudadanía ecológica, que no puede reducirse sólo a informar a las personas, sino que también debe formarlas, si no se educa, no se puede comprender desde la raíz lo que queremos lograr, el cambio que queremos hacer en nuestra sociedad a beneficio de nuestra planeta. Los ámbitos educativos son diversos: la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis, etc. Una buena educación escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida. Pero quiero destacar la importancia central de la familia, porque «es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida»[xi], pero para ello es esencial la Fe, sin la fe nada podemos lograr, Dios es quien conduce la historia, pero para ello también necesitamos de su fuerza que no desea otra cosa que el bien del hombre y desarrollo en todas sus dimensiones y ciertamente en el mundo, en la Tierra que es donde habita, se relaciona con los otros.

Lo que intenta el Papa Francisco en su carta encíclica[xii] es que podamos comprender “la preocupación por la naturaleza, la protección de los más vulnerables, el compromiso con el desarrollo integral de la sociedad y la paz interior del hombre”[xiii]. Lo que se funda en buena educación en los valores, un hombre con su conciencia rectamente formada según los criterios de Dios, actúa como hijo de Dios y un hijo de Dios, busca el bien para sí mismo, el de quienes le rodean y cuidad la creación que el Padre de los cielos le ha regalado gratuitamente.

Que el mensaje revolucionario de amor por nuestra casa común, nos ayude y oriente a amar cada vez nuestro planeta Tierra, manifestado desde pequeños gestos a grandes obras por salvaguardar la obra de Dios desde el lugar que nos toca servir al Creador.


[1] Es una palabra “nueva”, nace en los últimos siglos. Su origen es en el griego «οίκος» «casa», y

«λóγος» =»conocimiento». El santo padre nos habla de “Casa común”, de su cuidado.

[1] Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, [en línea], [fecha de consulta: 10 de octubre 2015], http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html

[1] Papa Francisco. Laudato Si’, n°18, pág. 17. Ediciones UC, 2015.

[1] IBID, n° 20, pág. 18.

[1] IBID, n° 25, pág. 22.

[1] IBID, n° 34, pág. 29.

[1] IBID

[1] IBID, n° 49, pág. 39.

[1] Nos referimos a todo lo contenido en las Sagradas Escrituras, en el relato de los orígenes del mundo y de la humanidad. Ver: Gn 1, 1-31. 2, 1-4.

[1] IBID n° 209, pág. 159.

[1] IBID n° 213, pág. 162.

[1] Laudato si’, “Alabado seas”.

[1] Ignacio Sanchez, Laudato Si’: Sobre el cuidado de la casa común. El mercurio, [en línea], [Fecha de consulta 9 de octubre de 2015] http://www.uc.cl/images/stories/laudato/pdf/medios/ignacio_sanchez-el_mercurio-08072015a.pdf